Tunicia se ha convertido rápidamente en un destino de vacaciones obligado en el Mediterráneo y sigue siendo un centro de atracción para nuevos visitantes. En lugares desconocidos se suele tener la tendencia de tomar demasiadas precauciones, hasta que se descubre la tierra y sus gentes. El secreto en Tunicia es dejarse llevar y sumergirse en su cultura desde el momento en que llegamos.
En las misteriosas medinas gatos escurridizos pueblan las esquinas y las puertas parecen esconder mil y un secretos; el zoco y calles cercanas florecen con puestos donde se puede comprar comida fresca: gallinas que se sacrifican a elección del comprador, pescado recién cogido y vegetales de todos los colores, todo aderezado con el aroma del pan recién horneado, los gritos del regateo y los apretones de manos.
Sería fácil quedarse con el tópico de que la única atracción de Tunicia son sus centros turísticos de la costa, de hecho cada año miles de visitantes extranjeros visitan el país atraídos por sus espléndidas playas bañadas por el sol. Tunicia dispone también de algunos de los hoteles más hermosos del Mediterráneo, blancos palacios moriscos rodeados de cuidados jardines donde la buganvilla crece por doquier. Pero hay mucho más. Con sólo alejarse un poco de los centros turísticos podemos descubrir una cultura fascinante, impregnada por el Islam y su singular arquitectura, tesoros arqueológicos, paisajes inolvidables y sabrosa y variada cocina.
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