Un canto a la belleza, el placer, y la ligereza de las cosas más profundas.Siempre supe que toda piscina generaba un campo magnético de ligereza y alegrÃa, y me he pasado toda la vida persiguiéndolo. Todo el mundo sonrÃe en el bordillo de una piscina, mira al sol con los ojos guiñados, o piensa si saltar o no al agua. Todo eso es contemplativo e inútil, todo eso es sabio. Hay, también, orden en el agua domesticada; orden que no tengo dentro y busco fuera. No conozco a nadie que viaje persiguiendo piscinas, madrugue, trasnoche, salte vallas, renuncie a planes, se desvÃe de rutas o se clave astillas en el dedo para mirarlas. No deseo poseerlas, tampoco lo deseaba la Didion, a quien su padre dijo que si querÃa una piscina, debÃa cavarla ella y se negó con sabidurÃa. Tampoco nadarlas, solo espero tenerlas cerca. Ya iré averiguando si eso es amor, obsesión o refugio.
